sábado, 3 de marzo de 2012

ÁLBUM ILUSTRADO: PETER PAN - James Matthew Barrie (escritor)

ÁLBUM ILUSTRADO: PETER PAN - James Matthew Barrie


Ilustración para la portada del álbum.


Capítulo 1 - Aparece Peter
Todos los niños crecen, excepto uno. No tardan en saber que van a crecer y Wendy lo supo de la siguiente
manera. Un día, cuando tenía dos años, estaba jugando en un jardín, arrancó una flor más y corrió hasta
su madre con ella. Supongo que debía estar encantadora, ya que la señora Darling se llevó la mano al corazón y exclamó:
-¡Oh, por qué no podrás quedarte así para siempre!....



Capítulo 2 - La sombra
La señora Darling gritó y, como en respuesta a una llamada, se abrió la puerta y entró Nana, que volvía
de su tarde libre. Gruñó y se lanzó contra el niño, el cual saltó ágilmente por la ventana. La señora Darling
volvió a gritar, esta vez angustiada por él, pues pensó que se había matado y bajó corriendo a la calle para
buscar su cuerpecito, pero no estaba allí; levantó la vista y no vio nada en la oscuridad de la noche, salvo
algo que le pareció una estrella fugaz.
Regresó al cuarto de los niños y se encontró con que Nana tenía una cosa en la boca, que resultó ser la
sombra del chiquillo. Al saltar éste por la ventana Nana la había cerrado rápidamente, demasiado tarde para
atraparlo, pero a su sombra no le había dado tiempo de escapar: la ventana se cerró de golpe y la arrancó.
Os aseguro que la señora Darling examinó la sombra atentamente, pero era una sombra de lo más corriente.
Nana no tenía dudas sobre qué era lo mejor que se podía hacer con esta sombra. La colgó fuera de
la ventana, como diciendo: «Seguro que vuelve a buscarla: vamos a ponerla en un sitio donde la pueda
coger fácilmente sin molestar a los niños.»....




Capítulo 4 - El vuelo
...La segunda a la derecha y todo recto hasta la mañana. Ése, según le había dicho Peter a Wendy, era el
camino hasta el País de Nunca Jamás, pero ni siquiera los pájaros, contando con mapas y consultándolos en
las esquinas expuestas al viento, podrían haberlo avistado siguiendo estas instrucciones. Es que Peter decía
lo primero que se le ocurría.
Al principio sus compañeros confiaban en él sin reservas y eran tan grandes los placeres de volar que
perdían el tiempo girando alrededor de las agujas de las iglesias o de cualquier otra cosa elevada que se
encontraran en el camino y les gustara.
John y Michael se echaban carreras, Michael con ventaja. Recordaban con desprecio que no hacía tanto
que se habían creído muy importantes por poder volar por una habitación.
No hacía tanto. ¿Pero cuánto realmente? Estaban volando por encima del mar antes de que esta idea empezara a preocupar a Wendy seriamente. A John la parecía que iban ya por su segundo mar y su tercera
noche....




Capítulo 5 - La isla hecha realidad
...Al sentir que Peter regresaba, el País de Nunca jamás revivió de nuevo. Deberíamos emplear el pluscuamperfecto y decir que había revivido, pero revivió suena mejor y era lo que siempre empleaba Peter.
Normalmente durante su ausencia las cosas están tranquilas. Las hadas duermen una hora más por la mañana, los animales se ocupan de sus crías, los pieles rojas se hartan de comer durante seis días con sus noches y cuando los piratas y los niños perdidos se encuentran se limitan a sacarse la lengua. Pero con la
llegada de Peter, que aborrece el letargo, todos se ponen en marcha otra vez: si entonces pusierais la oreja
contra el suelo, oiríais cómo la isla bulle de vida.
Esta noche, las fuerzas principales de la isla estaban ocupadas de la siguiente manera. Los niños perdidos
estaban buscando a Peter, los piratas estaban buscando a los niños perdidos, los pieles rojas estaban buscando a los piratas y los animales estaban buscando a los pieles rojas. Iban dando vueltas y más vueltas por la isla, pero no se encontraban porque todos llevaban el mismo paso....




...Y echó una mirada de orgullo a su mano de hierro y una de desprecio a la otra. Luego volvió a fruncir el
ceño. -Peter le echó mi brazo -dijo, estremeciéndose- a un cocodrilo que pasaba por allí.
-Ya he notado -dijo Smee- su extraño temor a los cocodrilos.
-A los cocodrilos no -le corrigió Garfio-, sino a ese cocodrilo.
Bajó la voz.
-Le gustó tanto mi brazo, Smee, que me ha seguido desde entonces, de mar en mar y de tierra en tierra,
relamiéndose por lo que queda de mí.
-En cierto modo -dijo Smee-, es una especie de cumplido.
-No quiero cumplidos de esa clase -soltó Garfio con petulancia-. Quiero a Peter Pan, que fue quien hizo
que ese bicho me tomara gusto.
Se sentó en una gran seta y habló con voz temblorosa. -Smee -dijo roncamente-, ese cocodrilo ya me
habría comido a estas horas, pero por una feliz casualidad se tragó un reloj que hace tic tac en su interior y
por eso antes de que me pueda alcanzar oigo el tic tac y salgo corriendo.
Se echó a reír, pero con una risa hueca.
-Algún día -dijo Smee-, el reloj se parará y entonces lo cogerá.
Garfio se humedeció los labios resecos.
-Sí -dijo-, ése es el temor que me atormenta.
Desde que se sentó se había estado sintiendo extrañamente acalorado.
-Smee -dijo-, este asiento está caliente.
Se levantó de un salto.
-Por mil diablos tuertos, que me quemo.
Examinaron la seta, que era de un tamaño y una solidez desconocidos en el mundo real; intentaron arrancarla
y se quedaron con ella en las manos al instante, pues no tenía raíces. Y lo que es más raro, al momento
comenzó a salir humo. Los piratas se miraron el uno al otro.
-¡Una chimenea! -exclamaron los dos.
Efectivamente, habían descubierto la chimenea de la casa subterránea. Los chicos tenían por costumbre
taparla con una seta cuando había enemigos en las cercanías.
No sólo salía humo por ella. También se oían voces de niños, pues tan seguros se sentían los chicos en su
escondrijo que estaban charlando alegremente. Los piratas escucharon ceñudos y luego volvieron a colocar la seta. Miraron a su alrededor y vieron los agujeros de los siete árboles...






Capítulo 8 - La laguna de las sirenas
...Si uno cierra los ojos y tiene suerte, puede ver a veces un charco informe de preciosos colores pálidos
flotando en la oscuridad; entonces, si se aprietan aún más los ojos, el charco empieza a cobrar forma y los
colores se hacen tan vívidos que con otro apretón estallarán en llamas. Pero justo antes de que estallen en
llamas se ve la laguna. Esto es lo más cerca que se puede llegar en el mundo real, un momento glorioso; si
pudiera haber dos momentos se podría ver el oleaje y oír a las sirenas cantar.
Los niños solían pasar largos días de verano en esta laguna, nadando o flotando casi todo el rato, jugando
a los juegos de las sirenas en el agua y cosas así. No debéis creer por esto que las sirenas tenían buena relación con ellos: por el contrario, uno de los pesares más duraderos de Wendy era que en todo el tiempo que estuvo en la isla jamás logró que alguna de ellas le dirigiera ni una sola palabra cortés. Cuando se acercaba sigilosamente hasta la orilla de la laguna podía llegar a verlas a montones, especialmente en la Roca de los Abandonados, donde les encantaba tomar el sol, peinándose con gestos lánguidos que la fastidiaban mucho; o incluso llegaba a nadar, de puntillas como si dijéramos, hasta ponerse a una yarda de ellas, pero entonces la veían y se zambullían, probablemente salpicándola con la cola, no por accidente, sino con toda intención.
Trataban a todos los chicos de la misma forma, menos a Peter, claro está, que se pasaba horas charlando
con ellas en la Roca de los Abandonados y se sentaba en sus colas cuando se ponían descaradas. Le dio a
Wendy uno de sus peines.
El momento más hechizador para verlas es cuando cambia la luna; entonces sueltan unos extraños gritos
lastimeros, pero la laguna es peligrosa en esas circunstancias para los mortales y hasta la noche que vamos
a relatar ahora, Wendy no la había visto nunca a la luz de la luna, no tanto por miedo, ya que por supuesto
Peter la habría acompañado, como porque había instaurado la norma estricta de que todo el mundo estuviera en la cama a las siete. Sin embargo, iba con frecuencia a la laguna en los días soleados después de llover, cuando las sirenas emergen en enormes cantidades para jugar con burbujas. Emplean como pelotas las burbujas multicolores hechas con agua del arco iris, pasándoselas alegremente las unas a las otras con la cola y tratando de mantenerlas en el arco iris hasta que estallan. Las porterías están a cada extremo del arco iris y a las porteras sólo se les permite usar las manos. A veces hay cientos de sirenas jugando en la laguna a la vez y es un espectáculo muy bonito....




...Por raro que parezca, no fue en el agua donde se encontraron. Garfio se subió a la roca para respirar y en
ese mismo momento Peter la escaló por el lado opuesto. La roca estaba resbaladiza como un balón y más
bien tenían que arrastrarse en lugar de trepar. Ninguno de los dos sabía que el otro se estaba acercando. Al
tantear cada uno buscando un asidero tropezaron con el brazo del contrario: sorprendidos, alzaron la cabeza; sus caras casi se tocaban; así se encontraron.
Algunos de los héroes más grandes han confesado que justo antes de entrar en combate les entró un momentáneo temor. Si en ese momento eso le hubiera ocurrido a Peter yo lo admitiría. Al fin y al cabo, éste
era el único hombre al que el Cocinero había temido. Pero a Peter no le dio ningún miedo, sólo sintió una
cosa, alegría, y rechinó los bonitos dientes con entusiasmo. Rápido como un rayo le quitó a Garfio un cuchillo del cinturón y estaba a punto de clavárselo, cuando se dio cuenta de que estaba situado en la roca más arriba que su enemigo. No habría sido una lucha justa. Le alargó la mano al pirata para ayudarlo a subir.
Entonces Garfio lo mordió.
No fue el dolor, sino lo injusto del asunto, lo que atontó a Peter. Lo dejó impotente. Sólo podía mirar,
horrorizado. Todos los niños reaccionan así la primera vez que los tratan con injusticia. A lo único que
piensan que tienen derecho cuando se le acercan a uno de buena fe es a un trato justo. Después de que uno
haya sido injusto con ellos seguirán queriéndolo, pero nunca volverán a ser los mismos. Nadie supera la
primera injusticia: nadie excepto Peter. Se topaba a menudo con ella, pero siempre se le olvidaba. Supongo
que ésa era la auténtica diferencia entre todos los demás y él....




...Ella tuvo que admitir que estaba demasiado cansada. Él soltó un gemido.
-¿Qué te ocurre? -preguntó ella, preocupada por él al instante.
-No te puedo ayudar, Wendy. Garfio me ha herido. No puedo ni volar ni nadar.
-¿Quieres decir que nos vamos a ahogar los dos?
-Mira cómo sube el agua.
Se taparon los ojos con las manos para evitar aquella visión. Pensaron que no tardarían en morir. Mientras
estaban así sentados una cosa rozó a Peter con la levedad de un beso y se quedó allí, como preguntando
tímidamente: «¿Puedo servir para algo?»
Era la cola de una cometa, que Michael había construido unos días antes. Se le había escapado de las manos y se había alejado volando.
-La cometa de Michael -dijo Peter con indiferencia, pero un momento después la tenía agarrada por la
cola y tiraba de la cometa hacia él-. Levantó a Michael del suelo -exclamó-, ¿por qué no podría llevarte a
ti?
-¡A los dos!
-No puede levantar a dos personas, Michael y Rizos lo intentaron.
-Echémoslo a suertes -dijo Wendy con valentía.
-¿Una dama como tú? Ni hablar.
Ya le había atado la cola alrededor. Ella se aferró a él: se negaba a partir sin él, pero con un «adiós, Wendy
», la apartó de un empujón de la roca y a los pocos minutos desapareció de su vista por los aires. Peter se
quedó solo en la laguna....




Capitulo 10 - El hogar feliz
Una consecuencia importante de la escaramuza de la laguna fue que los pieles rojas se hicieron sus amigos.
Peter había salvado a Tigridia de un horrible destino y ahora no había nada que sus bravos y ella no
estuvieran dispuestos a hacer por él. Se pasaban toda la noche sentados arriba, vigilando la casa subterránea
y esperando el gran ataque de los piratas que evidentemente ya no podía tardar mucho en producirse. Incluso de día rondaban por ahí, fumando la pipa de la paz y con el aire más amistoso del mundo.
Llamaban a Peter el Gran Padre Blanco y se postraban ante él y esto le gustaba muchísimo, por lo que
realmente no le hacía ningún bien.
-El Gran Padre Blanco -les decía con aires de grandeza, mientras se arrastraban a sus pies-, se alegra de
ver que los guerreros piccaninnis protegen su tienda de los piratas.
-Yo Tigridia -replicaba la hermosa muchacha-. Peter Pan salvarme, yo buena amiga suya. Yo no dejar
que piratas hacerle daño.
Era demasiado bonito para rebajarse de tal forma, pero Peter pensaba que se lo debía y respondía con tono
de superioridad.
-Está bien. Peter Pan ha hablado...




11. El cuento de Wendy
-A ver, escuchad -dijo Wendy, acomodándose para el relato, con Michael a los pies y siete chicos en la
cama-. Había una vez un señor...
-Yo preferiría que fuera una señora -dijo Rizos.
-Y yo que fuera una rata blanca -dijo Avispado.
-Silencio -los reprendió su madre-. También había una señora y...
-Oh, mamá -exclamó el primer gemelo-, quieres decir que también hay una señora, ¿verdad? No está
muerta, ¿verdad?
-Oh, no.
-Cómo me alegro de que no esté muerta -dijo Lelo-. ¿No te alegras, John?
-Claro que sí.
-¿No te alegras, Avispado?
-Bastante.
-¿No os alegráis, Gemelos?
-Nos alegramos.
-Dios mío -suspiró Wendy.
-A ver si hacemos menos ruido -exclamó Peter, dispuesto a que las cosas le fueran bien a Wendy, por
muy espantoso que le pareciera el cuento a él.
-El señor -continuó Wendy-, era el señor Darling y ella era la señorita Darling.
-Yo los conocía -dijo John, para fastidiar a los demás.
-Yo creo que los conocía -dijo Michael no muy convencido.
-Estaban casados, ¿sabéis? -explicó Wendy-, ¿y qué os imagináis que tenían?
-Ratas blancas -exclamó Avispado con gran inspiración.
-No.
-Qué misterio -dijo Lelo, que se sabía el cuento de memoria.
-Calla, Lelo. Tenían tres descendientes.
-¿Qué son descendientes?
-Bueno, pues tú eres uno, Gemelo.
-¿Oyes eso, John? Soy un descendiente.
-Los descendientes no son más que niños -dijo John.
-Dios mío, Dios mío -suspiró Wendy-. Veamos, estos tres niños tenían una fiel niñera llamada Nana, pero
el señor Darling se enfadó con ella y la ató en el patio y por eso los niños se escaparon volando...




Capítulo 12 - El rapto de los niños
El ataque pirata había sido una total sorpresa: una buena prueba de que el desaprensivo Garfio lo había
llevado a cabo deshonestamente, pues sorprender a los pieles rojas limpiamente es algo que no entra en la
capacidad del hombre blanco.
Según todas las leyes no escritas sobre la guerra salvaje siempre es el piel roja el que ataca y con la astucia
propia de su raza lo hace justo antes del amanecer, hora en la que sabe que el valor de los blancos está
por los suelos. Los blancos, entretanto, han levantado una tosca empalizada en la cima de aquel terreno
ondulado, a cuyos pies discurre un riachuelo, ya que estar demasiado lejos del agua supone la destrucción.
Allí esperan el violento ataque, los inexpertos aferrando sus revólveres y haciendo crujir ramitas, mientras
que los veteranos duermen tranquilamente hasta justo antes del amanecer. A través de la larga y oscura.
noche los exploradores salvajes se deslizan, como serpientes, por entre la hierba sin mover ni una brizna.
La maleza se cierra tras ellos tan silenciosamente como la arena por la que se ha introducido un topo. No se
oye ni un ruido, salvo cuando sueltan una asombrosa imitación del aullido solitario de un coyote. Otros
bravos contestan al grito y algunos lo hacen aún mejor que los coyotes, a quienes no se les da muy bien.
Así van pasando las frías horas y la larga incertidumbre resulta tremendamente agotadora para el rostro
pálido que tiene que pasar por ella por primera vez, pero para el perro viejo esos espantosos gritos y esos
silencios aún más espantosos no son sino una indicación de cómo está transcurriendo la noche...




Capítulo 13 - ¿Creéis en las hadas?
...Era Campanilla y rápidamente le abrió la puerta. Entró volando muy agitada, con la cara sofocada y el
vestido manchado de barro.
-¿Qué ocurre?
-¿A que no lo adivinas? -exclamó y le ofreció tres oportunidades.
-¡Suéltalo! -gritó él; y con una sola frase incorrecta, tan larga como las cintas que se sacan los ilusionistas
de la boca, le contó la captura de Wendy y los chicos.
El corazón de Peter latía con furia mientras escuchaba. Wendy prisionera y en el barco pirata, ¡ella, a
quien tanto le gustaba que las cosas fueran como es debido!
-Yo la rescataré -exclamó, abalanzándose sobre sus armas. Al abalanzarse se le ocurrió una cosa que podía
hacer para agradarla. Podía tomarse la medicina.
Su mano se posó sobre la pócima mortal.
-¡No! -chilló Campanilla, que había oído a Garfio mascullando sobre lo que había hecho mientras corría
por el bosque.
-¿Por qué no?
-Está envenenada.
-¿Envenenada? ¿Y quién iba a envenenarla?
-Garfio.
-No seas tonta. ¿Cómo podría haber llegado Garfio hasta aquí?
¡Ay! Campanilla no tenía explicación para esto, porque ni siquiera ella conocía el oscuro secreto del árbol
de Presuntuoso. No obstante, las palabras de Garfio no habían dejado lugar a dudas. La copa estaba
envenenada.
-Además -dijo Peter, muy convencido-, no me he quedado dormido.
Alzó la copa. Ya no había tiempo para hablar, era el momento de actuar: y con uno de sus veloces movimientos
Campanilla se colocó entre sus labios y el brebaje y lo apuró hasta las heces.
-Pero, Campanilla, ¿cómo te atreves a beberte mi medicina?
Pero ella no contestó. Ya estaba tambaleándose en el aire.
-¿Qué te ocurre? -exclamó Peter, asustado de pronto.
-Estaba envenenada, Peter -le dijo ella dulcemente-, y ahora me voy a morir.
-Oh, Campanilla, ¿te la bebiste para salvarme?
-Sí.
-Pero, ¿por qué, Campanilla?
Las alas ya casi no la sostenían, pero como respuesta se posó en su hombro y le dio un mordisco cariñoso
en la barbilla. Le susurró al oído:
-Cretino.
Luego, tambaleándose hasta su aposento, se tumbó en la cama...




Capítulo 14 - El barco pirata
Una luz verde que pasaba como de soslayo por encima del Riachuelo de Kidd, cercano a la desembocadura
del río de los piratas, señalaba el lugar donde estaba el bergantín, el Jolly Roger, en aguas bajas: un
navío de mástiles inclinados, de casco sucio, cada bao aborrecible, como un suelo cubierto de plumas destrozadas.
Era el caníbal de los mares y apenas le hacía falta ese ojo vigilante, pues flotaba inmune en el
terror de su nombre.
Estaba arropado en el manto de la noche, a través del cual ningún ruido procedente de él podría haber
llegado a la orilla. Apenas se oía nada y lo que se oía no era agradable, salvo el zumbido de la máquina de
coser del barco ante la cual estaba sentado Smee, siempre trabajador y servicial, la esencia de lo trivial, el
patético Smee. No sé por qué resultaba tan inmensamente patético, a menos que fuera porque era tan patéticamente inconsciente de ello, pero incluso los hombres más aguerridos tenían que apartar la mirada de
él apresuradamente y en más de una ocasión, en las noches de verano, había removido el manantial de las
lágrimas de Garfio, haciéndolas correr. De esto, como de casi todo lo demás, Smee era totalmente inconsciente.
Unos cuantos piratas estaban apoyados en las bordas aspirando el malsano aire nocturno, otros estaban
echados junto a unos barriles jugando a los dados y las cartas y los cuatro hombres agotados que habían
transportado la casita yacían sobre la cubierta, donde incluso dormidos rodaban hábilmente de un lado a
otro para apartarse de Garfio, no fuera a ser que les atizara maquinalmente un zarpazo al pasar...




Capítulo 17 - Cuando Wendy creció
...Cuando Wendy regresó tímidamente se encontró a Peter sentado en el barrote de la cama graznando a
pleno pulmón, mientras Jane volaba en camisón por el cuarto en solemne éxtasis.
-Es mi madre -explicó Peter y Jane descendió y se puso a su lado, con la expresión en la cara que le gustaba que tuvieran las damas cuando lo miraban.
-Le hace tanta falta una madre -dijo Jane.
-Sí, lo sé -admitió Wendy bastante abatida-, nadie lo sabe mejor que yo.
-Adiós -le dijo Peter a Wendy y se alzó por los aires y la desvergonzada Jane se alzó con él: para ella ya
era la forma más cómoda de moverse.
Wendy corrió a la ventana.
-No, no -gritó.
-Es sólo para la limpieza de primavera -dijo Jane-. Quiere que le haga la limpieza de primavera para
siempre.
-Ojalá pudiera ir con vosotros -suspiró Wendy.
-Pero es que no puedes volar -dijo Jane.
Naturalmente, al final Wendylos dejó partir juntos. Nuestra última mirada nos la muestra en la ventana,
contemplándolos mientras se alejan por el cielo hasta hacerse tan pequeños como las estrellas.
A medida que observáis a Wendy podéis ver cómo se le va poniendo el pelo blanco y su figura vuelve a
ser pequeñita, pues todo esto pasó hace mucho tiempo. Jane es ahora una persona mayor corriente con una
hija llamada Margaret y al llegar la limpieza de primavera, salvo cuando se le olvida, Peter viene a buscar a
Margaret y se la lleva al País de Nunca jamás, donde ella le cuenta historias sobre él mismo, que él escucha
con avidez. Cuando Margaret crezca tendrá una hija, que a su vez será la madre de Peter y así seguirán las
cosas, mientras los niños sean alegres, inocentes e insensibles.

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